Camino por las calles ruidosas de la Ciudad de Buenos Aires. El día está soleado, las chicharras cantan sin cesar anunciando altas temperaturas. Y tienen razón: estoy por llegar tarde a la facultad y lamento haberme vestido completamente de negro. Ya es una costumbre. Bajo al subterráneo, mirando la hora bastante preocupada. Levanto la vista, y ahí lo veo: un pañuelo verde atado en la mochila de una chica que parece despreocupada mirando su celular. Llega el tren y nos subimos. Ahí está, lo veo otra vez, pero ahora atado en la muñeca de una mujer que lee un libro, totalmente perdida entre sus páginas sin tener noción del tiempo o las estaciones. Llego a Puan, y me bajo junto a un malón de personas apuradas. Y los veo otra vez. En Argentina, el aborto sólo es no punible (es decir, legal) cuando el embarazo es peligroso para la salud de la persona gestante, o en caso de violación, según lo establece el artículo 86 del Código Penal. Se llama “Interrupción Legal del Embarazo” pero sólo ocho de las veinticuatro provincias cuentan con protocolos de atención para estos casos. Además, la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral, sancionada en 2006, no se cumple, y todo esto sin haber nombrado la inaccesibilidad de los anticonceptivos en hospitales y centros de salud. |
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